17 de noviembre de 2010

Relato erótico: Un hotel y un desconocido

Era una noche lluviosa y me guarecí en el restaurante de un hotel. Me senté en la barra y pedí un café en espera que dejara de llover.
En el extremo de la barra un hombre me miraba insistentemente. Un hombre que realmente me atraía por su aspecto y su mirada penetrante, tanto, que parecía desnudarme con ella.
Sentía atracción y miedo. Y el miedo o desconcierto hizo que tomara rápidamente el café y me marchara.
Fuera seguía lloviendo con fuerza pero continué caminando al encuentro de un taxi.
De repente noto que alguien viene detrás de mi. Me giro y era el. Acelero el paso pero me alcanza.
Me pone la mano en el hombro y mi gira hacia el. Lo miro entre sorprendida y asustada pero me está excitando la situación.

Me pone contra la pared y mientras me sube la falta dejando mi culo a la vista me dice: Por qué eres tan mala conmigo? Me agarra los brazos con una mano mientras con la otra me azota suavemente el culo.
Me estoy poniendo caliente y saco el culo pidiéndolo guerra. Pero el me coge de la mano y me lleva casi a rastras hacia el hotel.
Subimos las escaleras casi a trompicones mientras iba notando las palpitaciones mas aceleradas (en mi corazón y en mi sexo).
Abre la puerta de la habitación y me tirá en la cama. Me vió aturdida por la situación y me calmó con un suave beso mientras me susurra en el oido: "No tengas miedo". Tan solo te deseo y se que tu a mi también. Y era cierto.
Me arranca casi la camisa y me desnuda. Mientras se recrea en mi cuerpo se desnuda el.
Se coloca encima de mi y me levanta los brazos hacia atrás mientras me besa con fuerza y con un solo movimiento me penetra. Estoy tan excitada que me corro al momento.
Jadeo como una loca mietras empuja cada vez con más fuerza y me vuelvo a correr.
Justo en las últimas sacudidas de mi orgamo, el se levanta y me coloca las piernas apretadas contra su pecho y vuelve a penetrarme. En ese momento aprieto mis muslos y consigo excitarlo de tal manera que se corre estremeciéndose con fuerza.
Pasó algunos minutos mientras yacíamos en la cama. Se incorporó, me dio un tierno beso y me dijo:
Cuando te ví en la barra fue como si apareciera ante mis ojos la mujer perfecta de mis fantasias hecha realidad y no podía dejarte escapar. Eres bella y mejor amante.
Me dejó una rosa junto a la almohada, un tibio beso en la boca y se fué.

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